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domingo, 19 de diciembre de 2010

Un Zapatero silente


Tema: Estado español

Categoría: Opinión y análisis

Lejos queda ya la larga época de más de seis años en la que José Luis Rodríguez Zapatero se convirtió en el omnipresente jefe del Gobierno. En mayo de 2004 asumió las riendas de la gobernabilidad de España con dos objetivos prioritarios.

El primero, su gran obsesión desde su juventud, acabar con ETA. El segundo, pasar a la historia de la democracia española como el único presidente al que los sindicatos no le han plantado cara con una huelga general.

Su política se ha ido adaptando estos años a la consecución de estos dos objetivos. Para ello, no ha dudado en asumir los distintos roles de sus miembros de Gabinete. Cuando la ocasión lo ha requerido, ha ejercido de ministro de Exteriores, de titular del Interior o de vicepresidente económico, no sólo en la etapa del profesor Solbes, con el que prácticamente no se hablaba, sino también en la actual de Elena Salgado. Sin embargo, el paso del tiempo, forzado por la crisis económica, se ha encargado de desvanecer su segundo propósito. Tras el 28 de septiembre, a Zapatero tan sólo le queda salvar los muebles e intentar que las centrales no le convoquen el segundo paro general. Misión que, a día de hoy, se antoja alto difícil. Las organizaciones sindicales ya le han advertido de que se avecinan tiempos difíciles para su Ejecutivo con una huelga general a la vuelta de las vacaciones de Navidad.

Pero sus desgracias no acaban ahí. Por si fuera poco, tanta presencia mediática de estos años de mandato ha tenido un claro coste para su persona que se refleja tozudamente mes tras mes en las encuestas. Su imagen ha caído en picado y su presencia en actos del partido de cara a las elecciones municipales y autonómicas se ha vuelto molesta para las federaciones territoriales. Nadie se atreve en su Gabinete a negar la evidencia: «Este Gobierno está desgastado», aseguran. Y es que Zapatero atraviesa uno de sus peores momentos. Como botón de muestra, su valoración bajó en el barómetro del CIS de octubre hasta el 3,46, la nota más baja de todo su mandato, inferior a la de Aznar durante la guerra de Irak.

En este escenario, nada halagüeño no sólo para el PSOE sino también para un PSOE liderado por Zapatero, el jefe del Gobierno ha sufrido una profunda metamorfosis en tan sólo unos meses. En menos de ocho semanas, ha pasado de ser el omnipresente presidente de antaño a estar desaparecido para los medios de comunicación. «José Luis no tiene el crédito ni la frescura del principio», lamenta un destacado dirigente del Ejecutivo.

Esta afirmación explica, en parte, sus notorias ausencias en los acontecimientos acaecidos en los últimos tiempos. De hecho, fuentes gubernamentales achacan que durante la crisis de los controladores se atrincherara en La Moncloa a que su presencia pública hubiera restado credibilidad a las medidas adoptadas por el Gobierno. Es decir, la declaración de Estado de Alarma decretada por primera vez en la democracia el pasado 4 de diciembre para contener y meter en cintura a los controladores hubiera perdido fuerza si hubiera dado la cara Zapatero ante la opinión pública. De hecho, en esa jornada los «fontaneros» monclovitas no descartaron hasta el último minuto su presencia ante la Prensa.

Días después, el supervicepresidente primero confirmó que su ausencia se debía al debido respeto parlamentario que debe guardar el Gobierno. Eso sí, días antes de su comparecencia el jueves 9 de diciembre en el pleno del Congreso fue Rubalcaba quien dio la cara ante la sociedad y explicó la situación generada por los controladores aéreos.

Pese a ello, distintas fuentes gubernamentales y del PSOE consultadas por este diario no interpretan el superpapel asumido por Rubalcaba y las ausencias de Zapatero en clave sucesoria. Más bien, al contrario. «Ambos dos están en el mismo barco sin un destino claro. La verdad es que comparten destino».

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