Tema: República
Categoría: Noticias
El discurso navideño de don Juan Carlos provocó este fin de semana, en contra de lo que suele ser habitual, una intensa controversia política. Su afirmación de que es preciso «proseguir y abordar juntos las reformas necesarias» para lograr el crecimiento fue interpretado por varias fuerzas políticas como un espaldarazo a la política económica desarrollada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Así lo vio el PSOE, que se mostró ampliamente satisfecho con la, a su juicio, «defensa» del rumbo marcado desde Moncloa. El PP, en cambio, matizó que «no puede responder a idea de reforma lo que se improvisa». Y las formaciones situadas a la izquierda del espectro político manifestaron su indignación ante el supuesto aval a la estrategia «neoliberal» diseñada por el Ejecutivo.
No es en absoluto novedoso que el rey haga un llamamiento a la unidad. Ya en el 2008, el año en que estalló la crisis, apeló a la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales para que juntos «tirasen del carro». Volvió a hacerlo el año pasado cuando, sin abandonar el tono institucional, leyó la cartilla al Gobierno y oposición por su incapacidad de llegar a acuerdos y reclamó a ambos «mucho sentido de Estado». La diferencia es que en esta ocasión no solo llamó a «resolver juntos, con eficacia y prontitud» los desequilibrios y deficiencias estructurales destapados por la pésima coyuntura económica y, además, aplaudió implícitamente las «importantes decisiones» tomadas por los «poderes e instituciones públicas a todos los niveles».
Entre esas decisiones se incluirían el drástico recorte del gasto público (congelación de las pensiones, bajada del sueldo a los funcionarios y 'tijeretazo' a las inversiones), la reforma del sistema financiero, la del mercado laboral y la futura reforma del sistema de pensiones. El rey insistió en que es necesario que todos se impliquen en la modernización del modelo productivo pero añadió que además deben cumplirse los «compromisos» adquiridos en el seno de la Unión Europea en materia presupuestaria y de déficit (el 6% para el 2011, desde el 11,1% de el 2009).
«Hemos escuchado a un rey pegado a su tiempo, a un rey defensor del rumbo de España y de las reformas que estamos acometiendo para conseguir salir de la crisis con una sociedad más justa y cohesionada», se felicitó la portavoz de guardia del PSOE, Elena Valenciano. También el vicesecretario de comunicación del PP, Esteban González Pons, elogió sus palabras y aseguró que el monarca demuestra ser el rey de todos los españoles «porque dijo exactamente aquello que, estamos convencidos, habrían dicho ellos si hubieran tenido la oportunidad de hablar en televisión». Ahora bien, añadió que la unidad en las reformas debe ser «la unidad del codo con codo, no de la comparsa», y arguyó, en desmérito del trabajo del Ejecutivo, que no puede tildarse de reforma «lo que corresponde a la ocurrencia o al impulso».
- Reparos a la unidad.
Este mismo argumento ha sido empleado por el principal partido de la oposición durante todo el año frente a varios de los paquetes económicos puestos en marcha por el Gobierno: desde los llamados 'pactos de Zurbano' al último decreto en el que se incluía la supresión de los 420 euros de prestación a parados que hubieran acabado el subsidio de desempleo, rebajas fiscales a pymes y autónomos, o la privatización parcial de Loterías del Estado, AENA y los aeropuertos de Madrid y Barcelona.
El PP se abstuvo, hace una semana, en la votación de ese conjunto de medidas, como hizo CiU, por considerar que no respondían a un plan global y que quedaban cojas. Por eso no es de extrañar que también el portavoz de los nacionalistas catalanes, Josep Antoni Duran i Lleida, pusiera ciertos 'peros' al llamamiento de don Juan Carlos. El líder de Unió reprochó a los dos partidos mayoritarios que no sean capaces de unir sus fuerzas para acometer las reformas estructurales precisas, pero del mismo modo reprochó a José Luis Rodríguez Zapatero que «siempre llega tarde» y que cuando al fin da el paso de abordar las modificaciones «no las acaba de hacer en la justa medida».
Los nacionalistas vascos tampoco se quedaron en el discurso complaciente. Su portavoz en el Congreso, Josu Erkoreka, entendió que el Rey recurrió a los «lugares comunes» para no entrar en el fondo del asunto: cuál es el «modelo de reparto de sacrificios» sobre el que se va a construir la salida de la crisis. Pero tanto IU, como ERC, ICV, EA o el BNG, lo tienen claro. Todos ellos entendieron que el monarca prefirió obviar a los «responsables» de la situación - «especuladores, banqueros y poderosos»- y se limitó a pedir «esfuerzos» a todos por igual sin tener en cuenta que los recortes «ya han perjudicado a los más débiles».
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El discurso navideño de don Juan Carlos provocó este fin de semana, en contra de lo que suele ser habitual, una intensa controversia política. Su afirmación de que es preciso «proseguir y abordar juntos las reformas necesarias» para lograr el crecimiento fue interpretado por varias fuerzas políticas como un espaldarazo a la política económica desarrollada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Así lo vio el PSOE, que se mostró ampliamente satisfecho con la, a su juicio, «defensa» del rumbo marcado desde Moncloa. El PP, en cambio, matizó que «no puede responder a idea de reforma lo que se improvisa». Y las formaciones situadas a la izquierda del espectro político manifestaron su indignación ante el supuesto aval a la estrategia «neoliberal» diseñada por el Ejecutivo.
No es en absoluto novedoso que el rey haga un llamamiento a la unidad. Ya en el 2008, el año en que estalló la crisis, apeló a la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales para que juntos «tirasen del carro». Volvió a hacerlo el año pasado cuando, sin abandonar el tono institucional, leyó la cartilla al Gobierno y oposición por su incapacidad de llegar a acuerdos y reclamó a ambos «mucho sentido de Estado». La diferencia es que en esta ocasión no solo llamó a «resolver juntos, con eficacia y prontitud» los desequilibrios y deficiencias estructurales destapados por la pésima coyuntura económica y, además, aplaudió implícitamente las «importantes decisiones» tomadas por los «poderes e instituciones públicas a todos los niveles».
Entre esas decisiones se incluirían el drástico recorte del gasto público (congelación de las pensiones, bajada del sueldo a los funcionarios y 'tijeretazo' a las inversiones), la reforma del sistema financiero, la del mercado laboral y la futura reforma del sistema de pensiones. El rey insistió en que es necesario que todos se impliquen en la modernización del modelo productivo pero añadió que además deben cumplirse los «compromisos» adquiridos en el seno de la Unión Europea en materia presupuestaria y de déficit (el 6% para el 2011, desde el 11,1% de el 2009).
«Hemos escuchado a un rey pegado a su tiempo, a un rey defensor del rumbo de España y de las reformas que estamos acometiendo para conseguir salir de la crisis con una sociedad más justa y cohesionada», se felicitó la portavoz de guardia del PSOE, Elena Valenciano. También el vicesecretario de comunicación del PP, Esteban González Pons, elogió sus palabras y aseguró que el monarca demuestra ser el rey de todos los españoles «porque dijo exactamente aquello que, estamos convencidos, habrían dicho ellos si hubieran tenido la oportunidad de hablar en televisión». Ahora bien, añadió que la unidad en las reformas debe ser «la unidad del codo con codo, no de la comparsa», y arguyó, en desmérito del trabajo del Ejecutivo, que no puede tildarse de reforma «lo que corresponde a la ocurrencia o al impulso».
- Reparos a la unidad.
Este mismo argumento ha sido empleado por el principal partido de la oposición durante todo el año frente a varios de los paquetes económicos puestos en marcha por el Gobierno: desde los llamados 'pactos de Zurbano' al último decreto en el que se incluía la supresión de los 420 euros de prestación a parados que hubieran acabado el subsidio de desempleo, rebajas fiscales a pymes y autónomos, o la privatización parcial de Loterías del Estado, AENA y los aeropuertos de Madrid y Barcelona.
El PP se abstuvo, hace una semana, en la votación de ese conjunto de medidas, como hizo CiU, por considerar que no respondían a un plan global y que quedaban cojas. Por eso no es de extrañar que también el portavoz de los nacionalistas catalanes, Josep Antoni Duran i Lleida, pusiera ciertos 'peros' al llamamiento de don Juan Carlos. El líder de Unió reprochó a los dos partidos mayoritarios que no sean capaces de unir sus fuerzas para acometer las reformas estructurales precisas, pero del mismo modo reprochó a José Luis Rodríguez Zapatero que «siempre llega tarde» y que cuando al fin da el paso de abordar las modificaciones «no las acaba de hacer en la justa medida».
Los nacionalistas vascos tampoco se quedaron en el discurso complaciente. Su portavoz en el Congreso, Josu Erkoreka, entendió que el Rey recurrió a los «lugares comunes» para no entrar en el fondo del asunto: cuál es el «modelo de reparto de sacrificios» sobre el que se va a construir la salida de la crisis. Pero tanto IU, como ERC, ICV, EA o el BNG, lo tienen claro. Todos ellos entendieron que el monarca prefirió obviar a los «responsables» de la situación - «especuladores, banqueros y poderosos»- y se limitó a pedir «esfuerzos» a todos por igual sin tener en cuenta que los recortes «ya han perjudicado a los más débiles».
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